Especial de día de muertos: Leyenda de Guadalajara

30.10.15


Junto con algunos amigos bloggers estamos haciendo este especial de día de muertos que se celebra aquí en México el 2 de Noviembre y con ese motivo estamos publicando una leyenda o mito de nuestras ciudades; en mi caso, y como ya leyeron en el título hoy les tengo una leyenda de Guadalajara. Aqui (x) les dejo el link a los otros blog para que puedan leer sus leyendas.

EL NIÑO QUE LE TEMÍA A LA OSCURIDAD

El Panteón de Belén ubicado en la ciudad de Guadalajara, es sumamente famoso por las obras arquitectónicas que ALBERGA y, por sus misteriosos moradores, almas errantes que vagan incansablemente a través de sus corredores y recovecos. Son muchas las leyendas que existen en torno a fantasmas que habitan en este recinto mortuorio, entre las más famosas se encuentra la de “Nachito”.

La historia empieza el 24 de mayo de 1881 cuando el matrimonio Torres Altamirano fue bendecido con la llegada de su primogénito, quien recibió el nombre de Ignacio.

El pequeño, desde el día de su nacimiento manifestaba terror a la oscuridad, lo cual llamó particularmente la atención del médico que atendió el parto; quien tuvo al infante en observación para tratar de explicar éste fenómeno y buscar que existiera la posibilidad de algún trastorno.

Ignacio era un niño saludable en todos los aspectos, y los temores ante algún posible padecimiento que tenían el médico y el matrimonio se extinguieron; no obstante el miedo a la oscuridad era permanente, así que el padre, por bien de su pequeño, ordenó a la servidumbre de la casa que en la habitación de su hijo debía haber siempre lámparas de aceite, mismas que debían permanecer encendidas toda la noches desde el ocaso hasta el amanecer.
Así transcurrió la vida de la familia durante un año, hasta que un fatídico día, por azares del destino, la lámpara que iluminaba la habitación de Ignacio extinguió su luz y momentos después el niño despertó rodeado de una terrible oscuridad que desató su miedo atroz, mismo que provocó el infarto que lo envió a la sepultura.


Con gran pesar el matrimonio tuvo que darle el último adiós a su hijo para sepultarlo en el Panteón de Belén, su última morada. A la mañana siguiente del sepelio, el sepulturero encontró el ataúd del niño afuera de su tumba, lo cual le causó extrañeza, pero aún así volvió a enterrarlo.

Éste fenómeno duró aproximadamente diez días, en los que sucedía exactamente lo mismo. Al no hallar una explicación lógica ante el suceso, el sepulturero decidió informar a los padres lo que ocurría, quienes inmediatamente dedujeron que ni siquiera la muerte había podido arrancar ese miedo atroz que Ignacio tenía a la oscuridad, y que no era su deseo estar bajo tierra.

Fue así como los padres del infante mandaron hacer un sepulcro especial para su pequeño, cuyo ataúd de piedra descansaría sobre la lápida para que, por las noches, la luna y las estrellas lo iluminen por siempre y no vuelva a tener miedo.

Se rumora que el espíritu de “Nachito” como afectuosamente lo llaman los empleados y guías del panteón, merodea por éste lugar haciendo travesuras a algunos visitantes, por lo cual muchos han optado por dejar juguetes sobre su tumba para que el niño se entretenga bajo la luz de los astros nocturnos, que lo han de alumbrar por siempre. 
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2 comentarios:

  1. Hola!
    Aww que triste historia, y sorprendente. Es algo que nadie querría que pasara pero por desgracia pasa, al menos el fantasma no causa mayores cosas. Saludos y buena leyenda

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  2. Hola... estoy de acuerdo con Gwen, es una historia bastante triste, que un pequeño niño muera como él lo hizo, pero también es tierno y atento lo que sus padres hicieron con la tumba y que la gente le lleve juguetes jeje... Saludos :D

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